II Ciclo en Ciencias Sociales para Educación de Adultos

Clase Nº 8: Introducción a la Edad Media y el Cristianismo

15.09.2009 10:15

La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años. Esta habitualmente se divide entre:


1) La Alta Edad Media


Tras la caída de Roma, Europa occidental entró un periodo conocido como la Alta Edad Media. Una de las razones por las que se le aplicó este nombre es que gran parte de la civilización romana fue aniquilada y reemplazada por una cultura más bárbara. Otro de los motivos es la escasez de documentos escritos que arrojen luz sobre esta etapa de la historia.

2) La Baja Edad Media


Esta época fue testigo de un extenso movimiento de ruptura por toda Europa y de la sustitución de la cultura romana, predominante hasta el momento, por la de las tribus germánicas. Durante 500 años, Europa había sufrido continuas guerras e invasiones. Sin embargo, la vida del campesinado no cambió básicamente y se acabó recuperando la estabilidad social y cultural, aunque con carácter diferente. Alrededor del año 1000, los europeos estaban creando una nueva civilización medieval que sobrepasaba a la antigua en casi todos los aspectos.

Surgimiento del Cristianismo


El cristianismo dejó de ser una religión enteramente judía. El apóstol Pablo inició la predicación entre los gentiles (no judíos) contribuyó a dar al cristianismo el carácter universal y humano que le dio mayor fuerza. La plebe romana de las ciudades, deseosa de un consuelo que el viejo paganismo ya no podía darle, acudió a engrosar sus filas. Las clases altas concluirían por hacer lo mismo.
El paganismo romano era tolerante y acogía todas las religiones extranjeras. Había llegado hasta eximir a los judíos de adorar a los dioses romanos. Sin embargo, los cristianos fueron perseguidos, debido a que no creían en los dioses paganos ni en la divinidad del emperador, esto es, en la religión del Estado romano.


Ya en tiempos de Nerón los cristianos servían para echarles la culpa de cuanta calamidad podía ocurrir en el Imperio y arrojarlo en gran número a las fieras del circo, lo que creó multitud de mártires.
Muchos emperadores del siglo III trataron de extirpar el cristianismo por medio de rescriptos que prohibían las nuevas conversiones y el culto, o por medio de persecu-ciones y matanzas. Mas, todo fue inútil, pues en el período de tolerancia que precedió al reinado de Diocleciano (260-303), la nueva religión realizó progresos decisivos.


Diocleciano ordenó la última persecución contra los cristianos, aunque algunos de sus colegas del gobierno no aplicaron la orden con mucha severidad. Los cristianos fueron excluidos del ejército y obligados a hacer sacrificios a los dioses. Sus templos fueron demolidos y sus libros santos, quemados. Muchos fueron arrojados a las fieras del circo (época de los mártires).
Su sucesor Constantino (324-337), que era hijo de una cristiana, Santa Helena, venció en la guerra civil y quedó dueño del Imperio. Antes de la batalla del Puente Milvio que fue su principal triunfo, un sueño le reveló un signo mágico compuesto de las primeras letras con el nombre de Cristo, y una voz le dijo: "Por este signo vencerás". Constantino hizo colocar este emblema en los escudos de sus soldados y adoptó el lábaro o estandarte en forma de cruz con el monograma de Cristo (312).


Al año siguiente (313), el emperador dictaba el edicto de Milán, por el cual establecía la libertad de cultos, medida que iba a permitir al cristianismo difundirse libremente por el Imperio. Finalmente, el emperador abrazó el cristianismo haciéndose bautizar poco antes de su muerte (330)
Uno de los sucesores de Constantino, su sobrino Juliano (361-363), vivió en las escuelas de la Grecia, donde se aficionó a la filosofía, lo que lo condujo a abandonar el cristianismo y abrazar el paganismo. Sus triunfos sobre los germanos que intentaban invadir la Galia, le valieron el ser aclamado emperador por sus legiones en la ciudad de Lutecia (hoy París). Se empeño inútilmente en restablecer el paganismo, para lo cual reconstruyó los templos y renovó los sacrificios. Convencido de su fracaso, murió exclamando. “Venciste, Galileo” (uno de los apodos de Jesús)


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DANIEL CASTILLO RAMÍREZ